María Island, el Oasis de la Fauna en Australia
Hay una pequeña isla de forma muy particular en la costa este de Tasmania donde algo especial sucede. Es un lugar mágico para los que buscan encontrarse cara a cara con la fauna de Australia. Pero este lugar no siempre fue igual, ya que durante muchos años y para muchas personas, fue algo más cercano al infierno. Es Maria Island.
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La isla de las mil caras
La historia de este lugar se remonta hasta los orígenes de la memoria. Los aborígenes habitaban estas tierras hace miles de años, cantando ensueños y descansando en los riscos y montes de las isla, retratando sus orígenes y sus caminos. Pero la libertad, la caza y los cantos no durarían para siempre. Con la llegada del hombre blanco a Australia encabezados por James Cook, la isla comenzó a usarse como plataforma estratégica para la caza de ballenas. Los asentamientos europeos fueron cada vez más frecuentes y los aborígenes fueron perdiendo de a poco su territorio hasta que los balleneros tomaron el control total de esta zona de Tasmania.
Eventualmente todos los aborígenes de Tasmania fueron exterminados o llevados a otras pequeñas islas aledañas hasta que no quedó ni uno solo en toda la isla -así es-, ni uno solo.
Mientras tanto, durante la primera mitad del siglo XIX varios presos fueron llevados hasta Maria Island por soldados ingleses, poniendo a prueba su conducta obligándolos a realizar trabajos forzados como parte de sus condenas. Así pasaban largos y fríos inviernos haciendo que la fuerza y la mente de los presos comenzara a flaquear. Hasta que el límite no tardo en llegar; más de alguna vez, un preso saltó a las gélidas aguas del estrecho que separa Maria Island de la isla de Tasmania en intentos desesperados por escapar y recuperar la libertad perdida. Los destinos de esos prófugos fueron en muchos casos, inciertos.
En la segunda mitad del siglo XIX una revuelta mayor de varios convictos contra sus captores hizo que los ingleses definitivamente decidieran cerrar la prisión. Al día de hoy, aún quedan en pie 3 edificios de esta época que sirvieron para mantener convictos, los cuales son reconocidos actualmente como Patrimonio Mundial de la Unesco y uno de los principales atractivos históricos de la isla.
Luego la isla pasó por una faceta industrial donde en la parte norte se comenzó a fabricar cemento, y otros sectores de Maria Island se destinaron al cultivo de viñas. Las riquezas producto de este auge industrial y comercial no tardaron en llegar y en su periodo más próspero, la isla albergaba varios hoteles y residentes permanentes. Los negocios no duraron mucho tiempo y luego de la Gran Depresión de 1929, Maria Island quedó casi desierta y sus residentes buscaron mejores oportunidades en el territorio de Tasmania.
Fue en esta época de soledad y abandono donde la isla experimentó su mayor transformación. Lejos de la actividad humana, la naturaleza se tomó los campos, los caminos y finalmente los edificios. Los habitantes en un comienzo aborígenes, luego balleneros, prisioneros, militares, comerciantes y cementeros dieron paso a otros habitantes… más peludos, salvajes y en sus cuatro patas.
El paso a lo salvaje
Maria Island fue declarada parque nacional por el Gobierno de Tasmania en 1972. Separada del resto de Tasmania era el lugar ideal para mantener a los únicos y singulares animales australianos en libertad y sin interrupciones de la civilización. Entre sus pastizales, riscos de piedra caliza y bosques de eucaliptus, algunas especies comenzaron a proliferar.
El wombat, un peludo, gordo y tierno marsupial australiano, es quizás el animal estandarte de Maria Island y su más prolífero habitante. Su población creció de manera explosiva ante la retirada de la industria siendo ahora el lugar en Australia donde su avistamiento esta prácticamente garantizado.
Otras especies también han proliferado como las zarigüeyas, los pademelons -diminutos canguros muy simpáticos-, equidnas y tres especies de serpientes, todas, por supuesto, venenosas.
Durante los años 60’ y 70’ se introdujeron además canguros, wallabies y demonios de Tasmania con el fin de preservarlos, creando una especie de Arca de Noé en esta pequeña isla de las mil caras. Fue principalmente por esta razón, por la que nos decidimos a conocer la isla y llegar hasta allá, como sea.
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Encuentros de horas doradas
Era marzo, el verano llegaba a su fin, y las temperaturas comenzaban a descender rápido en el extremo sur de Australia. Cruzamos hacia Maria Island desde el puerto de Triabunna y en una navegación que no duraría más de una hora. Desde la embarcación, lo primero que alcanzamos a ver fueron los silos de cemento remanentes del siglo pasado que se dibujaban a lo lejos. Ya más cerca y a punto de arribar a sus costas, nos sorprendieron sus aguas cristalinas y calipso, que si no fuera por el viento gélido que nos helaba la cara, hubiéramos pensado estábamos atracando en medio del caribe.
Lo primero que hicimos al llegar, fue dejar las mochilas en nuestra habitación, la cual era un simple espacio con varias literas pequeñas carentes de sabanas (y carentes de cualquier otra comodidad que podría esperarse de una habitación). Este alojamiento disponible para los visitantes se compone de los mismos espacios que habían servido tiempo atrás para alojar a los reclusos en la isla, dandole el toque histórico a la experiencia. La otra opción para pasar la noche es un sitio de camping, pero quisimos ponernos en la piel de las personas que pernoctaron ahí mismo pensando en como habría sido la vida en la isla en aquella época.
Inmediatamente quisimos aprovechar el día, y comenzamos una de las tanta caminatas y paseos que se pueden hacer en la isla.
Maria Island tiene bastantes senderos marcados en mapas que te entregan al llegar a la isla. Hay paseos cortos de 30 minutos y algunos más largos llegando a las 6 u 8 horas. Algunos de estos recorridos pueden hacerse en bicicleta y éstas se pueden arrendar al interior del parque.
Era ya cerca del mediodía, y a pesar que buscábamos con ahínco la aparición de cualquier animal, la hora del día no era propicia para encontrar fauna y tuvimos que calmar nuestra emoción, esperar y contentaros con admirar los incontables restos de heces de wombat con su particular forma de cubo que nos causó mucha gracia y, fue objeto de exhaustiva y risueña observación.
Decidimos entonces hacer una caminata y aprovechar de conocer algunos de los famosos parajes de la isla. Comenzamos con un recorrido de aproximadamente una hora que nos llevó a una serie de acantilados de baja altura producidos por la erosión del mar, haciendo que pareciese una suerte de ola de arena y piedra caliza congelada a través del tiempo. Almorzamos unos sandwich, tomamos algunas fotos y exploramos el sector. Después de un rato, continuamos el sendero hacia la parte sur de la isla atravesando bosques y pastizales, siempre con un ojo puesto en el camino y otro en los alrededores por si aparecía alguna serpiente, canguro o quizás un wombat. Pero la isla parecía desierta.
Después de algunas horas de marcha, deshicimos nuestros pasos de vuelta para llegar al refugio antes que anocheciera. Paso a paso vimos el sol descender por el cielo y la luz tornarse más cálida y dorada. Bajo la sombra de un árbol vimos a nuestro primer wombat, la sorpresa y la emoción fueron tremendas. Nos quedamos junto a este solitario que pastaba como si no hubiera un mañana, haciendo poco caso a nuestra presencia a pesar de la corta distancia que teníamos con él, su preocupación estaba en cada bocado de ese pasto. Pudimos fotografiarlo y admirarlo con todo detalle, sin darnos cuenta habíamos estado casi media hora junto a este pequeño, al levantar la cabeza vimos a otro, y luego a otro hasta que decenas de wombats comenzaron a salir de sus madrigueras para cenar. En ese minuto comenzó el gran espectáculo de Maria Island.
Mientras más caía la tarde más animales habían, y aparecieron también los canguros y wallabies, y de un momento a otro, la vida había emanado como por debajo de la tierra y los animales volvían a poblar los pastizales a su antojo.
La desolada isla que veíamos al mediodía se había transformado en el paraíso de los buscadores de fauna, no dábamos dos pasos sin ver decenas de animales diferentes, grandes, pequeños, marsupiales, aves, adultos y crías, toda la familia de María Island se había reunido para salir a cenar y ver esconderse el sol.
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El fantasma de la noche en Maria Island
La noche no tardó en llegar, sin alambrado ni rastro de civilización, la oscuridad es profunda. Las miles de estrellas eran el marco perfecto para salir a buscar uno de los animales más esquivos y característicos de Tasmania.
Linternas en mano, recorrimos algunos bosques aledaños al lugar de hospedaje, los rumores decían que esta criatura rondaba los asentamientos humanos por la noche en búsqueda de restos de comida. Pasamos horas dando vueltas, sigilosos, con los sentidos afilados para dar como cazadores con nuestra presa. Pasada ya la medianoche, cuando nos empezábamos a cansar un oímos un extraño sonido. Una risa, un graznido como salido del mismo infierno nos alertó de la presencia del animal. No hubo tiempo de estudiarlo o de fotografiar, iluminado con lo que quedaba de luz de nuestras agotadas linternas vimos aparecer su rostro con sus afilados dientes y después su cuerpo a escasos metros de nosotros. Nuestro corazón latía rápido y nuestra emoción por las nubes, ahí estábamos frente a frente con el Demonio de Tasmania. Tenía prisa, y a pesar de que para nosotros era el encuentro más esperado de casi todo nuestro viaje por el extremo sur de Australia, para él éramos solo una molestia en su búsqueda de comida y rápidamente dió media vuelta y lo perdimos de vista en la oscuridad.
Así nuestro paso por Maria Island estuvo lleno de sueños cumplidos, de encuentros, de historia y de una naturaleza asombrosa y que define muy bien, en tan pequeño lugar, lo diversa y única que es la fauna de Australia y la razón por la que este gran territorio es uno de los destinos imperdibles para cualquier amante de la fauna salvaje.
Con el corazón henchido, y con ganas de quedarnos muchos días más en ese pedazo de tierra subimos a la cubierta del Encounter camino de vuelta a Triabunna. Ahí, flotando sobre aquellas aguas cristalinas y viendo alejarse los relieves de Maria Island, pensábamos que algún día, si en un futuro la modernidad y el cambio climático destruyen los hábitats naturales poniendo en riesgo las especies de esta parte del mundo, por lo menos, sabemos que Maria Island guardará hasta último momento una llama de ese fuego.
Datos útiles
Cómo Llegar:
Para llegar a Maria Island se debe tomar el ferry Encounter desde un pueblito llamado Triabunna. El ferry parte varias veces al día en distintos horarios y tiene un valor de $45 AUD ida y vuelta por persona.
Encuentra toda la información de horarios y valores en este enlace.
Precios:
La mayoría de los parques nacionales en Tasmania requieren de un pago, pero existen varias formas de hacerlo. Quizás la mejor y más económica a la larga, es comprar el «Holiday Pass» que tiene una duración de dos meses y puedes entrar a todos los parques de la isla. Si sólo quieres ir a Maria Island puedes comprar el pase por el día que tiene un valor de $12 AUD por persona.
→ Para más información sobre las entradas a los parques nacionales y valores actualizados entra en la web oficial de Parks Tasmania.
Dónde Dormir:
Hay dos opciones para dormir en la isla. Se puede acampar gratis (valor incluído en la entrada al parque) en un sector habilitado pero tu debes llevar todo contigo ya que las únicas instalaciones que hay son unos quinchos donde poder protegerse del viento y la lluvia y salida de agua.
La otra opción es dormir en la antigua penitenciaria que ahora está habilitado como pensión. Las instalaciones son básicas (sólo un colchón) pero hay un techo donde poder refugiarse y pasar las frías noches de Maria Island.
→ El valor por noche es de $44 AUD por habitación para dos personas y $10 AUD por persona adicional. Todos los precios actualizados la encontrarás en este enlace,
➳ Toda la información oficial de Maria Island la puedes encontrar en este link.
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